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28 de septiembre de 2023

NOVGOROD ANALIZA IV: FETICHISMO DEL DINERO

“Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores.” (1 Timoteo 6:10).

Por Fernando Barbarán

 

CONCEPTO DE FETICHISMO

 

El término “fetiche” fue utilizado originalmente en las religiones para identificar la devoción hacia objetos materiales, ya que se creían que estos poseían poderes mágicos o sobrenaturales. En la actualidad todavía se utiliza, en diversas religiones, la utilización de cosas que presumen tienen un poder energético.

Karl Marx se apropia del concepto de “fetichismo” en su obsesión por saber por qué en el capitalismo el mercado es quien manda y la gente obedece ciegamente. Analiza entonces que, dentro del sistema capitalista, las mercancías son las únicas que posibilitan la relación entre seres humanos, entonces esos objetos adquieren características mágicas, por supuesto que a un nivel inconsciente, ya que lo que en la realidad no son más que cosas, estas terminan adquiriendo, al final de la transacción, propiedades humanas. Es decir, las mercancías se personifican, en cambio, los seres humanos, que solo se relacionan a través de las cosas, terminan asimilándose a ellas: se cosifican.

En el sistema de mercado capitalista, el trabajo es un trabajo abstracto: todo el mundo y todas las actividades que conocemos se convierten en la venta del ser humano de su capacidad de trabajo (intelectual, técnico, físico, etc.). Este trabajo es asalariado y con eso se empiezan a regular todas las relaciones sociales. Quien posee medios de producción compra mercancías para vender mercancías, quien no, vende su trabajo a cambio de un salario para poder comprar mercancías que con suerte satisfacen sus necesidades básicas. La forma de adquirir esa mercancía es utilizando dinero.

El dinero, que si bien existía antes de la relación social de producción burgués, se transforma en el sistema de mercado capitalista en el rey de la sociedad. Las personas son los súbditos. Desde que nacen hasta que mueren los seres humanos están desesperados constantemente en la búsqueda de más dinero. Mientras más alta es la carencia de necesidades básicas, las formas de conseguir el dinero para satisfacerlas es más extrema: prostitución, menudeo de drogas, aceptación de trabajos indignos, carterismo. Mientras más alto es el deseo de consumo de productos de moda, las formas de conseguir dinero para comprar esas cosas es más delictiva: corrupción política, coimas, sobornos, fuga de capitales, lobby empresarial. Sin embargo, en un extremo o en el otro de cada clase social, el dinero es quien esclaviza a los seres humanos.

Según Marx, el poder del dinero, el “fetichismo del dinero”, en realidad expresa el poder de determinado tipo de relaciones sociales. El dinero no es entonces una cosa, sino un conjunto de relaciones sociales cristalizado en una mercancía determinada, que se vuelve sujeto autónomo con vida propia.

 

DINERO COMO SUJETO AUTÓNOMO

 

Todos los sistemas monetarios de todos los países del mundo son la representación del dinero como sujeto autónomo. La moneda de cada país, tenga el valor que tenga frente a otra moneda, es dinero como tal.

Con esto me refiero a que el dinero es:

  • El valor de cambio de todas las relaciones sociales.
  • Acumulación y atesoramiento de capital.
  • Medio de pago y transacción.
  • Un producto genuino del trabajo abstracto. Sea cual sea tu actividad, tu finalidad es recibir un salario a fin de mes.
  • Impersonal y anónimo. Por más que a vos te paguen con el dinero que produjo otra persona, al momento de recibir los billetes se borran las diferencias particulares entre el explotado y el explotador, ya que este último también recibe en billete el fruto de su producción. Pero la relación social de explotación queda ocultada.

 

El mejor ejemplo de dinero como sujeto autónomo que puede existir en la actualidad es la creencia de que poner el dinero en billeteras virtuales o plazos fijos se producirá mágicamente más dinero, pero lo cierto es que por detrás hay una infinidad de relaciones sociales de explotación. Ese dinero que te deja Mercado Pago o la taza alta del plazo fijo, no se aumenta mágicamente.

Pero así tan simple como parece, el dinero es hoy una de las mejores formas de esclavitud que existen en las sociedades, sobre todo la occidental. El dinero es quien lleva a la frivolidad y al individualismo extremo de las personas, lo que a su vez lleva a los seres humanos a cometer atrocidades para conseguir más dinero o a odiar extremadamente a un grupo social cuando pensamos que no se merece cierta cantidad de dinero.

 

EL DÓLAR: EL MAYOR FETICHE ARGENTINO

 

La Dictadura Militar hizo bien su tarea ordenada por los gobiernos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher por eso, desde la década del 80, el dólar fue consolidándose en la agenda política-económica de Argentina. Desde aquel entonces que el fetichismo argentino por el dólar es como el de la doñita que tiene veinte rosarios bautizados colgados en el crucifijo de su cuarto o el del tipo que compra contenido erótico por las aplicaciones de redes sociales.

Previo a la convertibilidad, los préstamos solicitados al FMI por parte de la Dictadura Militar habían dejado la economía bastante frágil durante el gobierno de Alfonsín. Pero el dólar era algo que ya circulaba en el mercado cambiario interno corrientemente y el radicalismo tuvo que aprender a gestionar eso. La aparición de la moneda Austral fue efímera e ineficiente, lo cual llevó a una hiperinflación descontrolada. Esto llevó a que algunos mercados cotidianos de los argentinos empiecen a operar con la moneda norteamericana: desde la compra de casas y autos, hasta la venta de bebidas o jugadores de fútbol se efectuaban en dólares para evitar la incertidumbre del Austral. El dólar circulaba abiertamente en las calles argentinas, legal o ilegalmente, guardados en el banco o en el colchón.

En este contexto, el experimento de dolarización de Menem y Cavallo llegó más que nada a formalizar algo que ya estaba naturalizado. El Plan de Convertibilidad fue un fracaso rotundo, pero trajo un momento de tranquilidad al país donde quienes tenían altos ingresos podían cobrar los pesos en Argentina, cambiarlos por dólares en los bancos y llevárselos afuera; los que cobraban modestamente, se acostumbraron a ahorrar en dólares de manera fácil y directa para después irse a vacacionar a Miami; y los que no tenían capacidad de ahorro y eran víctimas directas de las políticas neoliberales, por lo menos no sufrían que el efecto cambiario les afecte el precio de la leche o de los pañales en el almacén del barrio.

Pero la convertibilidad le dio más valor al dólar, más fetiche. Los precios empezaron a expresarse en dólares inmediatamente y de manera oficial, las transacciones se realizaban en dólares legalmente, los bancos daban créditos en dólares, los contratos se podían firmar en dólares, entre otras puertas que se les abrió a la moneda norteamericana.

El costo social, económico y político del “1 a 1” fue altísimo. Pero el dólar ya se había quedado para siempre entre los argentinos. Con esto, la eterna fuga de capitales y la circulación de un dólar ilegal (o paralelo como dicen los medios de comunicación) que lamentablemente se convirtió en quien dictamina los precios, en pesos, de los productos de primera necesidad en Argentina.

Esto trajo mucho fetiche, mucha adoración a la moneda extranjera, al punto que en la actualidad se entiende que perdiendo la soberanía monetaria es la única forma de superar las constantes crisis capitalistas que afectan al país.

Los gobiernos kirchneristas pudieron mantener cierta estabilidad del peso argentino respecto al dólar norteamericano, aprovechando los superávits de exportaciones, pero luego terminaron aplicando cepos a la compra de la moneda para evitar, inocuamente, la fuga de capitales, que nunca pudieron controlarla desde el principio.

Macri, por su parte, habilitó la compra-venta de moneda extranjera libremente, pero tuvo que recurrir a un préstamo con el FMI, el más grande la historia del organismo, el cual solamente permitió que los que no podían retirar sus dólares en los bancos argentinos por los cepos kirchneristas, lo hagan ahora y se lleven los dólares al exterior.

El gobierno de Alberto Fernández no pudo controlar nada. Prometió auditar el préstamo de Macri y no lo hizo, no pudo controlar el dólar ilegal, el cual llevó a niveles hiperinflacionarios al fin de su mandato ya que este se convirtió en la forma de medir los precios en Argentina.

En el medio de toda esta pelea política de echarse culpas apareció un falso profeta asegurando que el camino era la dolarización y retrotraer la situación a los 90 del peronismo de Menem y Cavallo. Pero, como el dinero es fetichismo, es de público conocimiento que la dolarización de Milei es inviable técnicamente. Poderosa socialmente sí, porque es fetichismo puro del dinero. Pero la dolarización llevaría a una ruina económica, una exclusión social (incluyendo muchos votantes de Milei) y a efectos de pérdida de soberanía monetaria a largo plazo.

Se entiende entonces que la propuesta de dolarización es más mediática que estudiada, es más electoralista que consolidada y es en los hechos un reclamo de la sociedad, acostumbrada a más de una década de consumo, de recuperar esos niveles de poder adquisitivo. El problema es que detrás de este discurso, hay escondido un fascismo y una entrega de soberanía más tangible que los propios billetes del blue.

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