Lunes 20 de Mayo de 2024

EFEMÉRIDES NECESARIAS

27 de agosto de 2023

NUESTRO AMO JUEGA AL ESCLAVO

Un 27 de agosto, pero de 1770, nació G. W. F. Hegel, uno de los principales filósofos de la historia universal, que dejó conclusiones teóricas importantes sobre la interpretación de la historia, la dialéctica para la comprensión de las relaciones e influyó a grandes filósofos políticos del Siglo XIX y XX como ser Karl Marx, Friedrich Engels y Vladimir Lenin.

Máximo exponente del idealismo alemán

 

George Wilhelm Friedrich Hegel nació en Stuttgart, hoy Alemania, en el seno de una familia de funcionarios públicos. Fue el mayor de tres hermanos, su padre trabajaba en la corte del ducado de Württemberg, su madre era institutriz, como después lo fue su hermana y su otro hermano llegó a ser oficial del ejército que combatió con las tropas napoleónicas. Desde pequeño fue un estudiante ambicioso, vinculándose con escritores y filósofos conocidos de la época. A sus dieciocho años vivió en primera persona los acontecimientos de la Revolución Francesa y se convierte en un gran admirador de esta. Sin embargo, entra a estudiar a un colegio de teología, aunque nunca perdió sus ideas liberales, generándole la desconfianza de los clérigos.

Sus estudios y teorías todavía nos dejan mucho para hablar, debatir y fundamentar. Hegel pasó toda su vida dedicado al estudio de la filosofía y del aporte que esta podría darle a la razón y al espíritu. Su gran aporte a la filosofía es la dialéctica, que en su gran obra, la Fenomenología del Espíritu, desarrolla ampliamente. A partir de la dialéctica, Hegel desafía el concepto de razón presente hasta la época y le otorga una carga histórica y colectiva. Sus conclusiones lo ubicaron como el máximo exponente del idealismo alemán.

En la Fenomenología del Espíritu, Hegel explica que la historia es dinámica y en constante procesos de experimentación y descubrimientos intelectuales. Al quitarle a la historia sus fragmentos estáticos, percibe a esta como una forma de avance de la humanidad, pero que para que sea progresiva, hay una conciencia que se tiene que percatar de sí misma. Hegel trata de explicar con esta dialéctica la historia a distintos niveles. Posteriormente viene Marx y lleva la dialéctica al materialismo histórico, donde afirma que la historia de la humanidad no es más que la historia de la lucha de clases.

Para ejemplificar la dialéctica, Hegel escribe un pasaje en la Fenomenología del Espíritu que se denomina “El amo y el esclavo”, el cual voy a tratar de explicar a continuación.

 

Dialéctica del amo y el esclavo

 

Hegel arranca explicando la dialéctica del amo y el esclavo hablando de dos conciencias, las cuales no están solas y se necesitan entre ellas para el reconocimiento mutuo. Para la constitución de la identidad de alguien es necesario el reconocimiento de otro ser humano.

En la dialéctica hay un concepto que es fundamental para la identificación de las conciencias y es el deseo. Este es el movimiento de la conciencia hacia el exterior; se manifiesta su deseo en las cosas que la rodean. Para Hegel el deseo es una constante de insatisfacción, ya que lo que lo motiva es el conocimiento de las cosas y, cuando se descubre algo nuevo, en ese momento el deseo desaparece, porque ya ha conocido esa cosa nueva. Pero la conciencia, insatisfecha o no, ya conoce esa cosa.

Cuando aparece otra conciencia se presenta una amenaza. Es decir, solo una conciencia entiende el mundo y las cosas de este, pero viene otra conciencia y cuestiona la verdad que suponía absoluta esa conciencia solitaria. A la conciencia no le gusta esto y buscará que su deseo sea el verdadero. Pero además de ser una amenaza, la aparición de una segunda conciencia presenta una oportunidad, ya que la conciencia necesita de la otra para ser reconocida y satisfecha. La conciencia sola estaba agotada porque ya conocía las cosas que la rodeaban, pero viene otra conciencia y buscará que esta piense el mundo igual que ella. Y de esta manera comienza el conflicto.

Hegel dice que el ser humano es egoísta y su finalidad es determinar su verdad del mundo. Por eso comienzan a combatir ambas conciencias y una quiere someter a la otra a su verdad. Hegel aclara que el deseo es directamente dominar, doblegar, subyugar a la otra conciencia, que nunca esperará la muerte de la otra, porque si no directamente perdería su reconocimiento y con esto su deseo máximo.

Una de esas conciencias ganará el conflicto en primera instancia: será la conciencia que no tenga miedo, la que demuestre mayor seguridad y a la que no le salga tan caro aventurarse a la lucha de imponer su verdad. La conciencia que tenga miedo a perder, la que pierda su seguridad y a la que le salga caro tener que aventurarse a la lucha será la perdedora. La ganadora obtiene lo que buscaba: el reconocimiento. Esta se convierte en el amo y la perdedora, en el esclavo. La diferencia fundamental entre el amo y el esclavo es quien le pierde el miedo a la muerte. Por ejemplo, en un ámbito laboral, la conciencia ganadora generalmente será el jefe, ya que posee una parte formal (que le dio el título de jefe) y quizás una parte informal (sus habilidades) que le permiten ser identificado como “jefe” y no tiene miedo de perder el trabajo (seguramente por consentido); mientras, la conciencia perdedora es el subordinado que principalmente, tiene miedo de perder el trabajo, pero además reconoce en el jefe su autoridad, por más insulsa que esta sea.

El amo pasa a ser reconocido como tal y no porque le parezca que así debe ser, sino, y esto es lo fundamental, porque alguien le dio ese reconocimiento. Lo que el amo dice que es verdad, el esclavo se lo reconoce y celebra. El esclavo pasa a ser una conciencia que se niega a sí misma, ya que solamente reconoce al amo y la verdad que este le diga.

Asumido esto, comienza a generarse otra situación en la relación. El amo empieza a disfrutar de las cosas que puede producir el esclavo, entiéndanse desde emociones o sentimientos, hasta objetos materiales o producciones con valor de uso y cambio. En esta nueva situación, el esclavo trabaja directamente para el amo. Siguiendo con el ejemplo, el subordinado cumplirá con todo lo que diga el jefe, realizará su trabajo por él y se esforzará hasta donde sea necesario sin importar de sonsas que sean las peticiones del jefe porque ambos entienden que la relación es de esa manera.

Para el amo la situación es perfecta. Satisface sus deseos de reconocimiento y vive de lo que produce el esclavo. Pero la relación, en este movimiento exterior del que habla Hegel, tambalea nuevamente. El esclavo se cuestiona por qué en la lucha inicial sintió miedo, pero no tanto al amo como conciencia, sino a la muerte o desaparición de la suya. El esclavo analiza su miedo inicial, se da cuenta que está despojado de todo y solamente vive para satisfacer al amo, entonces el miedo a la muerte pierde peso y el esclavo asume su propia situación de esclavitud, siendo este, el primer paso para su liberación.

El esclavo asumiendo su servidumbre, toma dimensión de lo que produce para el amo. Todas esas cosas fueron creación propia del esclavo y han transformado el ambiente en el que se desarrollaba la relación entre ambos. Volviendo al ejemplo, el subordinado se da cuenta que es más que el jefe en cuanto habilidades y producción, conoce más y lo que ha creado permitió, por ejemplo, mejorar los índices en el ámbito laboral; pero fue obra del subordinado, no del jefe. Según Hegel, el trabajo condena primariamente al esclavo, pero también lo libera.

El esclavo se descubrió como esclavo. Las cosas del mundo tomaron la forma que el esclavo le dio y se identifica con eso. Solamente le queda interpretar que el amo se ha vuelto dependiente de su trabajo. El esclavo asume así un rol histórico que es el de transformar una nueva relación y una nueva verdad que traerá consigo cierto progreso, el cual puede entenderse como reivindicaciones, mejoras, igualdad, etc.

No obstante, la dialéctica no produce lo que las dos conciencias buscaban, es decir, la plena libertad, total independencia o reconocimiento absoluto del otro. Ambas partes quedan insatisfechas e infelices. La dialéctica y las contradicciones buscarán nuevos terrenos y situaciones para combatir, porque entendamos que para Hegel todo esto es una constante lucha.

La dialéctica del amo y el esclavo le permite a Hegel interpretar los grandes acontecimientos sociales, políticos e históricos que se habían producido en la humanidad hasta la fecha.

 

Nuestro amo juega al esclavo

 

Karl Marx decía que el ser humano depende inevitablemente de sus condiciones ideales y materiales, enfrentándose a ellas en una dialéctica imperecedera, la cual no lo hace libre en modo alguno, sino más bien le otorga una nueva forma material en cada ciclo dialéctico. Es decir que, sus condiciones ideales y materiales, por ejemplo la religión (y su sistema de valores) y el Estado, van configurando sus nuevas formas ideales y materiales cada vez que termina un ciclo. Por ejemplo, al terminar el ciclo del modelo de producción feudal en la historia, los seres humanos interpretaron una nueva Iglesia, pero no abandonaron su relación de subyugación para con esta y el sistema de valores continuó perteneciendo al parecer de la Iglesia (patriarcado, familia, etc.).  Lo mismo pasó con el Estado, ya no reconocían al monarca como el Estado, pero sí a la burguesía y su sistema de leyes y economía como única forma posible de existencia.

Posteriormente vino una nueva autoconciencia y los seres humanos estuvimos todo el Siglo XX luchando por el socialismo. Al producirse el colapso del comunismo soviético en 1991, muchos detractores del marxismo salieron alegres de sus madrigueras a festejar la caída de la primera revolución socialista victoriosa.

Aprovechando el frenesí anticomunista y neoliberal reinante en los años noventa, un extraño y oscuro funcionario del Departamento de Estado de los Estados Unidos, llamado Francis Fukuyama festejó también la implosión de la Unión Soviética a través de una publicación llamada “El Fin de la Historia y del último hombre”, donde intenta justificar desde una mirada hegeliana, que la historia había alcanzado su conclusión lógica, lo que él entendía como la democracia liberal y el capitalismo imperialista. A partir de esto se potenciaron las construcciones de muchas imágenes educativas y culturales donde se muestra a la historia como un proceso anquilosado donde la única constante es el sistema de mercado occidental. Por poner un ejemplo burdo, los “Picapiedras” y los “Supersónicos” muestran el mismo tipo de familia y el mismo tipo de relaciones sociales de producción antes de Cristo o en el futuro.

Lo cierto es que, siguiendo el proceso dialéctico hegeliano, sin esa revolución socialista de 1917 y la nueva autoconciencia de las clases explotadas, la humanidad no hubiera luchado y no hubiera alcanzado ciertos reconocimientos de derechos y libertades que por lo menos se pudieron conseguir en materia económica, política y de derechos humanos.

Quizás los esclavos estamos muy lejos de formar una nueva autoconciencia. O muy cerca, no sé. Nunca utilizamos la filosofía desde el punto de arranque, como decía el mismo Hegel. Lo que sí, no podemos negar que el amo está en un altísimo reconocimiento absoluto de su conciencia. Tomemos en cuenta que el mundo transitó una pandemia que llevó a la muerte y enfermedad de millones de personas mientras un grupo concentrado de capitalistas aprovecharon para aumentar sus ganancias en la confusión, incertidumbre y desesperación y nosotros discutíamos ficciones de los planes vacunatorios. En el país le tiramos culpas a los planes sociales indignos que entrega el gobierno nacional sobre la situación económica, sin querer reconocer que la deuda contraída con el FMI y la fuga de capitales es uno de los principales generadores de pobreza. En la provincia festejamos cuando la policía reprime a docentes que marchan por un salario digno, pero no nos indigna como debería la pobreza, desnutrición y mortalidad infantil en los pueblos originarios. Los índices de femicidios son altos y graves, pero nos preocupa más que no introduzcan la “ideología de género” en las escuelas.

Definitivamente nuestro amo juega al esclavo de esta tierra que es una herida.

 

FERNANDO BARBARÁN

Columnista en Radio Novgorod

[email protected]

3875206852

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